Las personas felices aceptan la falta de valor y significado de este mundo, y pueden enfrentar cualquier dificultad y sufrimiento con calma. Aquellos que viven en el presente no albergan miedo ni esperanza, porque no están obsesionados con la eternidad, ni temen la impermanencia, y creen que, pase lo que pase, el dolor eventualmente pasará y la felicidad no durará para siempre. Simplemente se permiten vivir en el presente, sin miedo ni esperanza, porque el miedo es la sombra del futuro y la esperanza es la fantasía del mañana. Solo el viento, la luz del sol y la respiración de este momento son reales. Fluyen como el agua, sin resistencia ni exigencias, sonriendo en la pérdida y tranquilos en la ganancia. Comprenden que nada en este mundo realmente les pertenece. Así, se puede ver que la razón por la cual esas personas son felices es porque se han liberado de la dominación del dolor y ya no persiguen la felicidad. Simplemente existen en silencio, como un árbol, considerando las experiencias como una ráfaga de viento; una vez que el viento pasa, ya no hay más que pensar.